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HISTORIA
Luz Elena
09/06/2021
Quiero compartirte la historia del embarazo y vida de Luz Elena, mi bebé celestial, quien vivió en mi vientre 38 semanas y estuvo en mis brazos un poco más de una hora.
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En el tamizaje del primer trimestre el doctor detectó varias anomalías visibles en la ecografía (en mi caso labio y paladar hendido y una posible cardiopatía), por lo que solicitó un examen genético de sangre o por amniocentesis. Aunque esperaba que fuera a ser descartado cualquier problema, el resultado del examen dio positivo. Sin saber qué significaba el síndrome de Patau o la trisomía 13, sólo con oír que era un síndrome no-compatible-con-la-vida, fue suficientemente desgarrador.
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Consultamos con otros doctores y genetistas con la esperanza de que hubiera otro diagnóstico, sin embargo, conforme crecía mi bebé le encontraban más condiciones físicas que confirmaban aún más la presencia del síndrome, como la microcefalia y polidactilia en uno de sus pies. Recibir el diagnóstico de un nuevo doctor era volver a recibir la noticia que nos tenía tan tristes.
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Recuerdo haber llorado todos los días durante las primeras semanas de la noticia. Fue vivir la primera parte del duelo. Por mi mente pasaban los 3 escenarios posibles que los doctores planteaban: 1) muerte prematura en el vientre, 2) muerte a los instantes de nacer, 3) salir con mi bebé del hospital, pero con atenciones especiales en casa. Todos los escenarios me dolían, y quería encontrar consuelo en el que menos hiciera sufrir a mi bebé.
Sentí mucha impotencia por no poder hacer nada para salvar la vida de mi bebé, así que preferí enfocarme a identificar aquellas cosas que podía hacer por ella durante su gestación y vida. Lo primero fue aceptar que no había culpables. No había cosa que hubiéramos hecho para causar o evitar que nuestra bebé tuviera esta trisomía. Después fue aceptar y estar tranquila con la noticia, para que mi bebé supiera que nosotros sus papás la amamos y deseamos tal y como Dios nos la envió, y que estábamos haciendo todo lo posible para disfrutar del embarazo y de ella, en vida. Por una parte, también me tranquilizaba saber que ella seguía viva dentro de mí, y eso era razón suficiente para sobrellevar la noticia, con amor.
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Tuve un embarazo normal, con sus respectivos achaques y síntomas. Mi bebé crecía, se movía y su corazón tenía el ritmo de un bebé sano y normal. Seguí mi rutina de trabajo y familiar sin mortificarme temporalmente por el futuro incierto. Dos semanas antes de dar a luz, tuve unas falsas contracciones con las que me di cuenta de que no estaba lista para enfrentar la partida de mi hija, y que quizá nunca iba a estarlo. Sin embargo, también sentía entusiasmo por conocer al fin a mi bebé, y en eso me enfoqué durante los últimos días del embarazo, hasta que pude manifestar que ya estaba lista.
Luz Elena nació de parto natural el miércoles 9 de junio a las 5:19am. Y contra todo pronóstico, llegó a la semana 38 con un peso de 3.4kg y estatura de 54cm, lo cual tenía sorprendido al equipo médico. Todo el proceso del parto y acompañamiento del personal humanista que me atendió fue vital. A pesar de que mi esposo y yo no dormimos durante la noche, estuvimos totalmente conscientes al recibir a nuestra bebé para disfrutar de cada minuto de su vida. Todos mis sentidos estuvieron conscientes: mis ojos vieron a una hija hermosa y tierna a quien recibí con amor en mi pecho; mis manos acariciaron su suavidad; mi cuerpo sintió su calor; mis oídos escucharon la ternura de su voz. La bautizamos, la llenamos de besos y caricias, y le platicamos sobre su familia y las cosas bellas de la vida. También llamamos a sus abuelos y tíos por videollamada para que pudieran conocerla en vivo, porque por temas de la pandemia, el acceso al hospital era muy limitado.
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Poco a poco los latidos y respiraciones de mi bebé cada vez se fueron haciendo más débiles, hasta que llegó la hora en que Dios la recibió en sus brazos. Su papá y yo nos despedimos de ella, aunque sabemos que siempre estará con nosotros.
Aunque el tiempo prestado con mi hija fue corto, fue suficiente para que ella dejara su esencia en nuestras vidas para siempre. Tuvimos la fortuna de conocer y abrazar a una angelita.
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Si tu bebé ha sido diagnosticad@ con trisomía 13, no temas, estás a punto de vivir una experiencia divina de amor incondicional hacia tu hijo, quien necesita de ti durante el embarazo y los instantes de vida que Dios les conceda para poder abrazar a tu ángel de luz.
Si tienes inquietudes o quisieras saber más de esta historia o de otras familias que pasamos por algo similar, estamos para apoyarte.